Contabilidad financiera: exactas y letras, ¿o no?

Al primer niño le gustaba leer. Las letras, esa extraordinaria combinación de grafismos que componen una sinfonía nada estridente para el oído y la mente imaginativa.

Cuando el niño leía un párrafo mal escrito, los oídos, la mente, el entendimiento, chillaban al unísono, ¡no entendía nada! Sin embargo, cuando leía un texto bien escrito, todo tenía sentido, no necesitaba releer la página, todo se le reflejaba tan real como que lo estaba leyendo.

Podía ser pirata del mar caribe; viajar por lugares que sabía que nunca podría conocer, caballero honesto que defendía a su amada platónica por encima de su vida, espía de buenos sentimientos, un indio que luchaba contra las barbaries de los colonos en el salvaje oeste o un vaquero que defendía a su familia de los salvajes indios; todo era posible, porque la lectura era fluida y bien escrita, de tal modo que nada le resultaba imposible.

Al segundo niño le maravillaba el resultado de la magia de las ciencias exactas. Sabía que dos más dos eran cuatro, pasase lo que pasase siempre era así. Nada de imaginar, nada que quede en lo irreflexivo de un resultado que no sea fruto de una ecuación, aunque fuese una ecuación con dos incógnitas, para este niño, siempre había algo después del símbolo igual.

Nada de piratas, ni de viajar sin pisar el suelo extraño. Para viajar era necesario calcular los gastos de todo lo que suponía trasladarse de un lugar a otro, por vacaciones o por obligación, lo mismo daba, Si se era pirata, había que calcular los costes de alimentar una tripulación y, por lo tanto, había que registrar a la perfección todo lo que se conseguía como botín.

Había un tercer niño para el que ni las letras, ni las exactas, eran un todo, era equilibrado en todo. Lo mismo daba si eran exactas o si eran letras. Su problema es que la excelencia no la conseguía en ninguna de las dos. Era bueno en ambas, pero siempre había alguien que le superaba, cuando se trataba de las exactas, alguien como el segundo niño, cuando se trataba de las letras, alguien como el primer niño.

Resulta que los tres niños llegaron a ser contables.

Porque los tres tuvieron un buen maestro, un maestro de los que sabía realzar las características naturales de cada personalidad: los números, la belleza de un balance cuadrado, al segundo niño; el estudio y la lectura de la normativa contable, con todos los apartados más allá de los motivos de debe y haber, al primer niño; la unión de ambas cuestiones, sin que una pese más que la otra, al tercer niño.

Y los tres fueron buenos contables, porque la contabilidad financiera, sea cual sea la personalidad de cada profesional, está preparada para que su belleza enganche al de exactas, porque por ella llega a las letras; al de letras, porque por ella llega a las exactas; al que no destaca ni en exactas ni en letras, porque es la unión de ambas el que lo hace bueno en su profesión.

El refranero castellano ayuda a entender lo que quiero decir, y mucho:

Aprende de maestro y vendrás a ser diestro.

Disfruten del video musical semanal:

Comentarios