¿Se cree un buen contable? Pues, palabras, las justas.

Hoy se me han revuelto muchos pensamientos.

Soy un tipo dado a la reflexión, Me gusta meditar. Es lo único que me hace ver de forma clara mis errores. Como padre, como amante, como amigo, como compañero, como colega de profesión.

Es difícil esta confesión. Es, sobretodo, una loa a la juventud, A la inconsciencia de la bendita ignorancia de los treinta años. ¿de qué se extrañan? A los treinta se es muy joven para los de sesenta, aunque los de veinte ya los consideren 'viejos'.

Mi padre me dijo en una ocasión: Toni, la mejor edad de una persona está entre los treinta y los cuarenta años; en su momento no lo entendí. estaba fuera de contexto. Como muchas otras cuestiones que mi padre me inculcó, sus reflexiones, no podía entenderlas porque yo todavía no tenía la edad adecuada para asimilar en su plenitud lo que significaban sus palabras; palabras de un labriego que apenas sabía leer, escribir, sumar y restar; la división y la multiplicación, para él, fueron cosas de un autodidacta. Nadie le enseñó. Cuando tenía la edad de aprender eso, había una prioridad que no era precisamente esa: tenía que ver qué comía todos los días; porque sino, el hambre no le dejaba pensar.

¡Qué le vamos a hacer! El estómago de mi padre reclamaba el buen, (o no tan buen), yantar. para poder sobrevivir.

Pero bueno, discúlpenme, porque me desvío en mi intención reflexiva de hoy.

Todo esto viene a colación de un comentario que he leído hoy de una de mis publicaciones. Lo hizo Antonio Romero. Dijo textualmente: 'maestros del trabajo'.

¿No les parece maravilloso? ¿No me digan que no les lleva a la reflexión de forma directa? ¿A que sí?

¡Qué tres palabras más bien enlazadas! ¡Maestros del trabajo! ¡Tres palabras que dicen mucho más de lo que se lee! Tres palabras que hacen que pares, que recapacites en su significado, un significado  mucho más profundo que la simple lectura.

Tuve la enrome suerte de contar en la facultad con las enseñanzas de un catedrático de la contabilidad que me hizo entender lo maravilloso que es cuadrar un balance de situación. Que me hizo entender que un  balance, lo es, porque los platillos de la balanza no se decantan para ningún sitio: están en perfecta armonía con el peso del importe asentado. ¿No les parece algo perfecto, creado por la inteligencia de la humanidad para que todo esté en la misma eufonía?



Perdónenme, pero hoy estoy romántico. Añoro mis días de la universidad. Seguro que entenderán que no lo fueron todos los días y, ni mucho menos, todas las asignaturas. Pero mi educación se cimentó en que no todo es agradable, es mas, para que esté más claro, mi padre me dejó claro que el que algo quiere, algo le cuesta. habían asignaturas que se me atragantaban; pero tenía muy claro que si quería ser un buen analista debía superarlas, por mucho que no las digiriese.

¿Quiere ser un buen contable? ¿Quiere ser un buen profesional? ¡Escuchen, pues, a los 'maestros del trabajo'! Y, después, callen, reflexionen, analicen, pregunten, mediten; todo y todos, siempre nos enseñan algo.

Los contables deben hablar con su trabajo, no con sus palabras. Sus palabras, su conversación, son sus asientos. Dejen que los analistas examinemos esos apuntes y que la contestación sea una cita nunca lo suficientemente entendida: 'lo breve, si bueno, dos veces bueno'. Sobran las palabras y faltan hechos.

La cita de esta semana, es la que debía ser: no lo duden.

Lean el Oráculo manual y arte de prudencia (Huesca: Juan Nogues, 1647), en donde, además, se añade: «Y aun lo malo, si poco, no tan malo». Una auténtica antítesis de la famosa cita, que por un simple complemento del equilibrio por la contrariedad de lo exacto, (cual balance de situación), es tan grande como la primigenia.

El video musical para esta semana les llevará directamente  a preguntarse si están en el camino correcto. Si sienten en lo más profundo de su ser esta melodía, no lo duden, sigan por el camino que están transitando: es el correcto.


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