El contable Bermúdez y sus puñeteras puñetas.

Bermúdez era un contable impagable. Fiel, disciplinado, constante, callado, amante de las normas, riguroso, vehemente en sus argumentos; pero resultó que Bermúdez llevaba puñetas.

Bermúdez era la mano derecha del jefe. Sin él, el jefe estaba perdido porque no controlaba sus finanzas empresariales y, obviamente, no sabía nada, tampoco, de las finanzas de su vida personal y familiar.

Bermúdez acataba a rajatabla las órdenes del jefe-gerente. Del mismo modo que acataba la rigidez de las normas contables con agrado, sin rechistar. Bermúdez era un gran tesorero. Contable y tesorero. Pagos y cobros controlados al céntimo. Nunca faltaba un céntimo en los cuadres al final del día. Los arqueos salían siempre perfectos.

Su intención era ser imprescindible, pero nunca pensó que ser indispensable significase ser confesor del gerente.

Fue el gerente el que le hizo las confesiones, fue él el que empezó a tomarlo como quien no quería ser. Pero 'C'est la vie', cuando se dio cuenta no podía volver atrás, no podía volver a empezar. No podía rebelarse y gritar a pulmón lleno todo aquello que debería escuchar su jefe. O al menos, oír, ya que eso de escuchar a su jefe no le sentaba nada bien.

No nos confundamos. Una cosa es ser criado en su sentido más lisonjero y otra cosa muy diferente es ser un buen profesional.

Pero las puñetas que llevaba Bermúdez, (ya fuesen las primigénias de tela o las imaginarias por la educación recibida), se convirtieron en una puñetera carga emocional para el desarrollo de su profesión.

Porque además, un buen día de cuyo año no quería acordarse, Bermúdez descubrió que su jefe era vulnerable. No es que cometiese errores, eso ya lo sabía y lo había sufrido a lo largo de toda su vida profesional, siempre a la sombra de su jefe.

¡Puñeteras puñetas! - Exclamaba una y otra vez su voz interior.

¿¡¿¡Que se jubila!?!? - Gritaba su consciencia íntima sin saber si era una exclamación, (por la sorpresa), o una interrogación, (por la incredulidad).

¿Qué iba a ser de él ahora? Porque fue un gran contable, pero nunca se preocupó ni se ocupó de dar su opinión. La comodidad del anonimato bajo el paraguas protector del jefe, llevó a Bermúdez a una vida sin sobresaltos, con unas pulcras puñetas.

Corolario: los buenos contables nunca han de confundir la fidelidad con el servilismo. Nunca han de confundir decir lo que se piensa, con faltar al respeto de forma despectiva, altiva o altanera. Si no es así, al final, las puñetas se vuelven muy puñeteras para el contable.

La cita semanal es una de mis favoritas. Ya he nombrado bastantes de él. D. Miguel de Unamuno. Mediten sobre ella, porque no siempre es sencillo seguir esta enseñanza.

"Si sientes que algo te escarabajea dentro, pidiéndote libertad, abre el chorro y déjalo correr tal y como brote".

Miguel de Unamuno

Esta semana, continúo con mi particular homenaje al más grande entre los grandes. estoy seguro que muchos de mi generación no sabían que el inmortal Chuck Berry iluminó muchas de las canciones que nos hicieron vibrar en nuestra juventud, adolescencia y madurez. Y si no, escuchen ésta, ¿a que les suena? Seguro que sí.


Comentarios