El sabotaje camuflado: la reacción a una causa.

He conocido todo tipo de personas en las organizaciones empresariales. Tanto empleados como directivos o gerentes.

Desde los que escuchan, hasta los que parece que con ellos no va el asunto que intento explicarles.

No es que estén sordos, sólo es que creen que lo que les explico no deben escucharlo, lo oyen, pero no lo escuchan, construyen un muro, insonorizan sus percepciones sensoriales cuando deben hablar con un analista - ¿Qué tengo que hablar con alguien pagado por la patronal?, (piensa el empleado) - ¿Cómo querrá éste engañarme ahora?; ¿Qué va a enseñarme éste a mí, que llevo toda la vida en esto?, (piensa el empresario, gerente o directivo) - ¡a éste, ya me gustaría verlo aquí todos los días, seguro que ya no hablaba igual!, (piensan empleados, empresarios, gerentes o directivos).

Por favor, no me malinterpreten, en la viña del señor hay de todo. Pero en este caso, quizás en demasía, las excepciones confirman la regla.

He detectado empleados que sabotean los productos fabricados por la empresa. Y, lo que es más grave, lo hacen a plena conciencia. Totalmente convencidos por razones que no vienen al caso, pero que normalmente giran alrededor del descontento, la desmotivación, la desesperanza en sus propias capacidades y la esperanza de una indemnización.

¿Es un problema de motivación? No, rotundamente no. No es ese tipo de problema. El problema radica en los convenios colectivos. ¿Saben ustedes a cuántos empleados he escuchado decir que si no les apaña cómo lo hago, despídanme?

¿Porqué dicen eso?

Sí, digámoslo claramente. En lo referente a las indemnizaciones, los convenios colectivos no son convenios, porque en realidad no convienen a nadie, ni a los empleados ni a los empresarios; los sindicatos deberían dejar de vivir de las glorias pasadas y saber que el paraguas protector que era necesario y útil en el siglo XX, ya no lo es en el siglo XXI. 

Cuando un empleado sólo espera a ser despedido para poder cobrar una indemnización, evidentemente se debe a dos cuestiones: una, el empleado no está en el sitio adecuado; dos, el empresario no ha sabido motivar y valorar las capacidades del empleado. Siendo esto así, ¿porqué no se separan y cada cual sigue su camion? ¿no sería todo mucho más sencillo?

Pero la indemnización es un freno muy importante para que el empleado decida dejarlo todo y buscar algo más acorde con su desarrollo personal y profesional, en muchas ocasiones, aguantan 'carros y carretas', con la esperanza de que cuando sean despedidos obtengan una suculenta indemnización. Mientras tanto, su día a día profesional le machaca la mente y el cuerpo, porque no se siente cómodo, no se siente valorado, y, puede llegar a ser tan angustioso que, como via de escape, deciden emprender el camino de en medio: el sabotaje camuflado.

Si no existiese la indemnización, muchos buscarían el camino donde poder desarrollar sus capacidades naturales; sí, habría mucha más movilidad, pero esto no es malo, porque la contraprestación sería personas más contentas con su trabajo y, como consecuencia, profesionales mucho más productivos.

Y ustedes, ¿Qué opinan?

La cita semanal es un antídoto contra la desesperación. Nada debe afligirnos mucho más allá de lo 'justito'.

"Jamás desesperes, aun estando en las más sombrías aflicciones, pues de las nubes negras cae agua limpia y fecundante".

Miguel de Unamuno.

El video musical de la semana, es un espectáculo en vivo donde se puede disfrutar de la grandeza de los que son músicos por naturaleza; sin apenas despeinarse son capaces de improvisar una canción que no estaba prevista ni ensayada. Para quitarse el sombrero. ¡Qué grandes!



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