Las existencias en la prestación de servicios.

La preocupación del gerente se reflejaba de forma clara en sus mandíbulas apretadas. La climatología ayudaba en su manifiesto malhumor. Ese día el Sol perdió la batalla con las nubes. Nubes oscuras y compactas que pronto empezaron a descargar agua con rabia.

Nada más entrar en su despacho, se dispuso a espolear a su equipo de dirección.

Era una empresa pequeña; sus directivos eran también ejecutores operativos: administrativos, contables, recepcionistas, comerciales,... Todo el peso de las decisiones recaía sobre él. Y no podía permitir que la cuenta de pérdidas y ganancias mostrase un resultado con un número intensamente rojo.

Descolgó el teléfono y empezó a llamar a sus empleados. Primero quería sondear la opinión de sus más allegados.

Llevaba toda la noche meditando sobre este asunto. Sus ojeras así lo testimoniaban. ¿Cómo es posible que, en el ejercicio en que consiguen una gran cuenta, vayan a obtener los peores resultados de su historia, a poco menos de dos meses para cerrar el ejercicio?

La gran cuestión a resolver ahora era; ¿quién es el responsable de haber ofertado los servicios a esa gran cuenta, (una pieza codiciada por toda la competencia), de modo tal que se habían asfixiado económica y financieramente?

Tenía claro que su primera víctima debía ser el comercial. Su iris reflejaba su enfado cuando le soltó de sopetón, con su intensa mirada directamente dirigida a los ojos del comercial, la pregunta clave para el primero:

- ¿en qué te basaste para desarrollar el presupuesto que presentaste y que aceptó nuestra gran cuenta de cliente? - preguntó el gerente al comercial.

- Eh, bueno, pues en lo que siempre me baso, en los informes de Antonio. (Antonio era el analista de costes y máximo responsable de las contabilidades analítica y presupuestaria).

- Antonio, ¿cómo explicas entonces que estemos en pérdidas a partir de lograr captar a nuestro cliente más grande? - preguntó el gerente.

- Tal vez no sea un problema de cotización. Tal vez sea un problema de no aplicar correctamente las valoraciones de las existencias. - respondió el analista.

La perplejidad de los asistentes asombró incluso al analista. ¿Existencias?, se preguntaban todos los asistentes excepto el analista. ¿Qué existencias?

- Cuando es una gran cuenta, - prosiguió el analista -, se debe valorar todo lo invertido en esa gran cuenta, es decir, tiempos no facturados todavía, asistencias a reuniones, desarrollo de informes previos,..., que no se haya facturado todavía, no significa que no se facture en su momento; cuando facturemos todos los recursos que hemos destinado a este cliente, obtendremos mucho beneficio, mejor dicho, demasiado beneficio. Para evitar este desfase puntual, la contabilidad financiera debe asentar como existencias este consumo de recursos económicos y financieros.

El alivio del gerente se reflejo en la flacidez de su mandíbula. Dejo de ser una apretura dolorosa a soltar un ¡buf! balsámico.

La solución requería que el responsable de la contabilidad financiera hiciese bien su trabajo. Con unos asientos correctos de valoración de existencias, la cuenta de resultados pasaría del rojo al azul.

Conclusión: el gerente no valoró correctamente donde estaba el error; disparó a ciegas, falló en su análisis, pensando en la superficie y no en el fondo; pensando en la consecuencia y no en la causa, en la raíz.

Moraleja: nunca hay que precipitarse en la toma de decisiones, ante una mala noticia.

La cita de esta semana es un refrán, quizás poco conocido por la mayoría, pero que, como todos los refranes, encierra gran sabiduría:

Bueno es que haya ratones, para que no se sepa quien se come el queso.

El video musical de la semana es un blues elegante, como todos los blues. Déjense llevar por el sonido, cierren los ojos y disfruten de una mente que vaga por los pensamientos más íntimos de las alegrías melancólicas del alma de un buen blues.



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