Contabilidad analítica y existencias. ¿incompatibles?

Hoy voy a analizar un asunto muy sensible: las existencias y su tratamiento analítico.

Se puede pensar que las existencias no tienen una relación directa con la confección de un escandallo. Estoy seguro que a más de un profesional no le cabe duda de ello.

Salvo si lo miramos desde la importante perspectiva del control de los almacenes y su repercusión, no sólo financiera, sino también económica

Las existencias, (junto con las amortizaciones), son 'las hermanas pobres' en una contabilidad financiera. Son los grupos contables financieros que más juego dan a la hora de generar una cuenta de explotación, enfocada a unos resultados que no sean desagradables para la declaración del impuesto de sociedades; al final esta declaración es la base del análisis financiero de cualquier agente externo con el que se relaciona: entidades financieras, proveedores, acreedores, empresas de valoración, etc.

Pero si un empresario, (persona jurídica o autónomo), basa su imagen frente a terceros, jugando con la valoración de las existencias, diría más, con la valoración del inventario completo, (no sólo de las existencias), se equivoca. Y se equivoca por vulnerar dos principios básicos del buen empresario: el primero, la falsedad de la información con un fin que al final termina siendo un quiste de difícil erradicación; el segundo, pensar que su toma de decisiones se debe basar en la convivencia permanente de dicho quiste con las actividades de su negocio.

El control de las existencias empieza en la contabilidad analítica. Cuando generamos un escandallo, tenemos que ser capaces de imputar al coste de fabricación de una unidad de producto o al coste de la prestación de un servicio, las dos acepciones que influyen en el coste real de un producto o en la prestación de un servicio.

Por un lado, cuánto fabricar de esas unidades o qué recursos se destinan de forma permanente para la prestación de servicios, independientemente de cuántas unidades se vayan a vender o cuantas prestaciones de servicios se realicen de forma efectiva. Y esto tiene que ser real.

El mínimo de producción y el mínimo de almacenamiento, así como el mínimo de recursos necesarios para prestar un servicio de forma adecuada, son importes que se deben imputar mediante la contabilidad analítica al escandallo.

Porque, por otro lado, el coste financiero de mantener los recursos a los que me refiero en el párrafo anterior, puede llegar a ser de una importancia extrema en el coste final del producto o de la prestación del servicio. (Pensad que hay empresas de servicios, que presten uno o veinte servicios al mes, necesitan un mínimo de estructura para atender dichas prestaciones, ya sea en forma de empleados o en forma de herramientas de atención al cliente).

El inventario, y más en concreto, las existencias, son activos que nos permiten realizar las actividades que al final nos deben dar los beneficios. 

Partiendo de esta premisa, por favor, que la contabilidad financiera no tergiverse lo que nos dice la contabilidad analítica, sólo por temor a un coste impositivo que al final, no se está contemplando en el escandallo.

Pero esto último, será analizado en próximas entradas.

Esta semana, os recomiendo que penséis en toda la verdad que esconde, (al menos para mí), la siguiente afirmación:

@FlLOSOFIAS
Trabaja duro, pero en silencio; deja que el éxito se encargue de hacer todo el ruido.


Y el video semanal es un canto al buen ritmo. Disfrútenlo.



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